la Organización Internacional del Trabajo (OIT) dio a conocer un informe titulado “Tendencia del empleo femenino 2017”, el cual hace referencia a importantes aspectos sobre las brechas de género que existen en el mundo del trabajo, alguno de los cuales serán mencionados en el presente artículo.


Desafío
Para la OIT, “las brechas de género constituyen uno de los mayores desafíos que afronta la comunidad mundial en el mercado de trabajo. Las mujeres tienen considerablemente
menos posibilidades que los hombres de participar en el mercado de trabajo (es decir, de tener un empleo o de estar buscando un trabajo): en 2017, la tasa de actividad de las
mujeres en la mano de obra (poco más del 49 por ciento) es casi 27 puntos porcentuales inferior a la de los hombres, y no se espera que aumente en 2018. Resulta preocupante que a
esta brecha subyace una tendencia a la baja de las tasas de actividad de los hombres y las mujeres. En efecto, entre 1997 y 2017, ambas tasas se redujeron en casi 3 puntos
porcentuales. En algunos países la brecha se ha reducido debido a que las tasas de actividad de los hombres han registrado caídas más marcadas que las de las mujeres.
En 2017, las mujeres de los países emergentes padecen la mayor brecha respecto de las tasas de actividad (casi 31 puntos porcentuales), seguidas de las mujeres de los países
desarrollados (poco más de 16 puntos porcentuales) y de las de los países en desarrollo (12 puntos porcentuales). En lo que respecta a las regiones, los Estados Árabes, África del Norte y Asia Meridional registran las mayores brechas (más de 50 puntos porcentuales) y las menores tasas de actividad de las mujeres en la mano de obra (menos del 30 por ciento, comparado con un promedio mundial del 49 por ciento).”

Género y empleo remunerado
De acuerdo con el informe, “La proporción de mujeres con empleo remunerado y asalariado tiende a aumentar en función del nivel de desarrollo económico del país. Por
ejemplo, en los países en desarrollo, apenas el 13,6 por ciento de las mujeres tienen un empleo remunerado o asalariado, mientras que en el caso de los hombres la cifra asciende al 4,3 por ciento. En el otro extremo del espectro, en los países desarrollados el 89,1 por ciento de las mujeres y el 83,7 por ciento de los hombres tienen un empleo remunerado o
asalariado. En el caso de los países emergentes, la diferencia es marginal: aproximadamente el 51 por ciento de los hombres y de las mujeres tienen un empleo remunerado o asalariado.”

El “techo de cristal”
Globalmente, en los países desarrollados la brecha salarial es más alta a medida que aumenta el promedio salarial. En estos países, la brecha salarial se intensifica entre las ocupaciones con mayores salarios, como los puestos de dirección y de presidencia ejecutiva: se trata de la segregación vertical o «techo de cristal».
Por ejemplo, si bien en Europa la brecha salarial de género global asciende al 20 por ciento aproximadamente, entre los directores ejecutivos la brecha es casi dos veces superior (cerca del 40 por ciento), mientras que entre el 1 por ciento de los trabajadores con mayores salarios alcanza el 50 por ciento.”

El trabajo invisible

El documento destaca, asimismo, que “Tanto los esfuerzos por reducir las brechas de género en el mercado de trabajo como los beneficios individuales y económicos que podrían resultar de los mismos deben ser considerados a la luz de un contexto más amplio.
En particular, estos esfuerzos no deben socavar ni olvidar reconocer los valiosos aportes que se hacen a la sociedad fuera del mercado de trabajo. De estos esfuerzos se desprende que las mujeres contribuyen de manera desproporcionada a la sociedad y a los hogares desempeñando un trabajo casi totalmente invisible y con frecuencia subvalorado. El cuidado de niños y ancianos, la limpieza, la cocina, y el transporte de agua y madera para fuego, entre otras, constituyen actividades necesarias para la supervivencia del hogar. Si bien no se suele tomar en cuenta, este tipo de trabajo también es necesario para alcanzar el bienestar multidimensional de las sociedades y mejorar las capacidades de todas las vidas humanas.
Es por ello por lo que es esencial reconocer y valorar el trabajo invisible de cara al futuro del bienestar social y del desarrollo humano. Tanto el reconocimiento como la valoración deben desempeñar un papel fundamental y complementario en los esfuerzos por liberar el potencial y el valor del trabajo de las mujeres.”

 

Dr. Rodrigo Deleón

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